jueves, julio 03, 2008

 
Durante 12 años viví en una casita de campo a la salida de Madrid, en uno de esos espacios fuera de la ley, a mitad de camino entre el viñedo, el melonar, la escombrera y el hipermercado de la droga. Desde allí vi cómo se cerraba la M-30 y cómo se hacía la línea 7 (parada de Pitis), cómo los gatos, que hasta ese momento campaban a sus anchas, empezaban a morir aplastados en las rotondas de avenidas a ningún sitio. Tuve vecinos locos, chatarreros, feriantes de ocasión y actores porno (no exagero). En la finca de al lado de mi casa se hizo realidad el realismo mágico de los sudamericanos porque los gallos se mimetizaban con los perros y entonaban su kikirikí como forma de defensa.Todo ese submundo cayó en las redes de las inmobiliarias (ya sé que suena tópico pero es la puta realidad). Hicieron un campo de golf y nos cercaron a los pocos vecinos que aguantamos la presión. Nos rodearon de mierda, nos cortaban la luz y el teléfono y, al final, fuimos uno a uno claudicando para firmar un acuerdo de desalojo. El Ayuntamiento de Madrid fue el garante de unos acuerdos de Goliat contra David sin honda. Una vergüenza. En marzo hicimos la mudanza definitiva y ayer tiraron la casa. Hoy he estado allí. Impresiona ver los restos de lo que ha sido mi vida entre un montón de escombros. Es algo así como arqueología vital. Creo que no sólo se han hecho añicos los cristales de las que fueron mis ventanas. El cambio de casa me ha cambiado también a mí. Leo en Benjamín Prado que "desde que me conozco, no recuerdo mi nombre". Pues eso.
Elisa Guitián

Comments:
Que el verano te depare muchos párrafos de tanta calidad.
Que las tardes de sofoco te hagan sudar sentimientos.


bl
 
No sabes como te entiendo.
Un buen escrito
 
super¡
queremos un relato de todo esto
 
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