martes, diciembre 15, 2009

 

Salve

Salve, silente diosa asuncionada
por los más sólidos designios.
De los pies a la cabeza sazonado, te saludo.

Déjanos saber hacia dónde suspirar las ausencias.
No sé si sabemos dónde soplamos
ni si saldremos de según qué sitio.

Apenas sabemos qué somos,
ilumínanos.
Nos soportamos y seguimos como la sal
a través de la saliva,
salvando soledades,
aspirando a saber y
resistiendo ansiedades, y aún
saboreando asuetos en sábados soleados.

Silbamos bajo las ramas
mientras, Señora,
nuestros ojos nos sirven de soportes
y nuestros olfatos se avisan de presagios
que encontramos, suculentos e invisibles,
a través de las sendas.

Saltamos precipicios al son del susurro
que conseguimos escuchar en nuestros sueños.

Y el viaje continúa.
Y sin saber ni casi sentir, cuando no logramos ser,
estamos, ya
sin sangre santa pero también
sin sucedáneos.

J.M.

foto de Terry Richardson
fuente: VICE

Comments:
Un poema perfecto –en tema, en evocación y en construcción– para empezar el año, sobre todo este 2010 que parece avecinarse. Gracias por enviármelo.
 
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