lunes, octubre 27, 2008

 

GRAVEDAD DEL MAR

Tumbada sobre un precipicio de diez metros imaginé no tener miedo. Conté las inspiraciones que retumbaban irregulares dentro de la cabeza hueca. Me puse de pie y miré a mi alrededor en busca de paredes inexistentes contra las que chocarme. (El hormigón de mi imaginación crea obstáculos en cualquier parte.)Me puse la mascarilla y avancé sin prisas hacia el arrecife que, según me habían contado, debía de estar a tan sólo unas brazadas.Las aletas me recordaron mi infancia de sirena, de cuando mis piernas eran fuertes y sin vello: ahora las escamas, arrancadas una por una, dejaban al descubierto mi torpeza. No confiaba en el tubo suspendido por encima de las olas.

Por fin, por debajo de mí se desplegó el valle esperado, me invadió el pánico y las palmas de mis manos sudaron dentro del agua. Nuevamente me coloqué abierta al sol y fue cuando la amenaza del fondo impidió que disfrutara. Para tranquilizarme intentaba recordar la playa con bajamar: su arena dura, recortando el perfil de las piedras que formaban un escondite de laberintos irregulares.

Sobre el precipicio cóncavo descansé con los brazos en cruz, barajando las razones a favor de la vida.
J.

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