sábado, mayo 31, 2008

 

Lon

"Si nos dejamos convencer de que existen otras vidas y otras encarnaciones,
es para ahorrarnos la necesidad de arrastrar lo inútil,
de enfrentarnos al hastío y la limitación del aprieto en el que nos hallamos,
pues a nadie le gustan esas interminables repeticiones que nos hacer predecibles,
contenidos y por lo tanto cuerdos…
Y por lo tanto falibles, sujetos y objetos del dolor."


Te miro a los ojos azules y apagados, casi grises; el día que te advertí que se tornaban ceniza como los de mi abuelo, me miraste fijamente y me preguntaste si le quería:
- ¿A quién?
- A tu abuelo. -Reiste con la boca muy abierta, con una carcajada forzada-. A mí, ya sé que no.
Hoy aunque te miro y te escucho, no me ves, ni lees mi mirada, sólo hablas y te escuchas; crees cuanto expones, me utilizas para no platicar ante el espejo y darte cuanta de tu soledad, pero cuanto apuntas lo has reflexionado demasiadas veces. Unes frases como se cosen pensamientos.
-Me he dejado barriga y bebo hasta perder el control para que las ojeras no bajen; quiero que me vea demacrado, que crea que estoy peor que ella, así se sentirá mejor…
“Sabes que estás muy desmejorado. ¿Quieres hacerme creer que es voluntario?”
-…Hemos vivido juntos veinte cinco años, menos tres meses y cuatro días, y sé que no voy a acostarme nunca más con ella. No quiero…
“Me pides que escriba sobre ti. Mis personajes tienen retazos de tu vida; de la que me cuentas, de la que adivino.”
-…Le he pedido a mi amigo Tolo que venga estos días con nosotros. No por mí, ni por ella; si no por los vecinos. Aunque me toca la polla lo que digan los vecinos…
“Te quiero.”
bl

viernes, mayo 30, 2008

 

Dato


Escucho pinceladas similares al viento.
Me duele la cabeza, pero mis oídos gozan recuperando el cielo.
Sí, cielo, eres un cuerpo que de pronto descubre que la fama de las formas está en el detalle. Detállame. Átame. Manifiéstame.
Sus.



 
Querido contorno aparente,
antes de perder el uso de mi razón,
busco alguna posición índice...
Indícame, por favor, como he de comer el asa en gajos de gustillo áspero.

Gonzalo C.

jueves, mayo 29, 2008

 

El reflejo de tus pies en mis pupilas

No te reconozco. A diario imagino el reflejo de tus pies desnudos en mis pupilas,
(es mi obsesión confesable) tus pequeños dedos perfectos moviéndose, delicados, cálidos y acogedores.
Si yo soy un huérfano menor de edad a tu lado,
tu eres una pequeña cicatriz en mi estómago.

Gonzalo C.

martes, mayo 27, 2008

 

Importe cero

El joven Manuel P. cada vez que veía pasar una pompa de jabón en el aire, sentía toda la grandeza de su ansiedad.
El barrio, su particular recodo (porque para él, el lugar donde vivía no era más que una calle en forma de ángulo y siempre que volvía a casa, deseaba cambiar de dirección) se le antojaba sucio y lánguido, aburrido y simple.
Nadine... soñó con una mujer que se llamaba Nadine. Buscó en un diccionario de nombres el significado de esa aparición, pero no encontró nada y se preguntó de donde venía la fuerte sensación de repentino amor por una imagen vaga e imprecisa. No lo dudó un instante, aquel amor respondía a su necesidad oculta de ser el fabricante número dos de pompas de jabón.

Gonzalo C.

 

AGUJEROS

—¿Tomamos café?
—Yo lo preparo.

Salí del calor de la chimenea, me sacudí los pantalones, sucios de cáscaras de castaña (asadas me gustan tanto, que sólo la noticia del café recién hecho consigue que deje de comerlas).

Al entrar en la cocina, me recorrió un escalofrío. Di media vuelta y regresé al salón en busca de mi sudadera. Mi madre movía la sartén de agujeros, la de asar castañas, lo hacía con la maestría que dan los años. Sentí ternura por aquella mujer que ya había envejecido, incluso, para mí.

Mientras cerraba la cafetera y la ponía al fuego, la imagen me trajo un recuerdo de la infancia:

Mi hermana mayor, Sara, estudiaba en su habitación para los exámenes de febrero del instituto; yo, que aún iba al colegio, hacía los deberes para el día siguiente. Era tarde de domingo; los ejercicios me aburrían. En mi fastidio, recordé las gominolas que había comprado con la paga y que había escondido en un armario de la cocina para que Sara no me las quitara. Con gran sigilo, bajé de mi cuarto a la cocina. Desde el codo de la escalera, observé que mi madre tendía la ropa en el huerto.

Me subí a la encimera; de la sopera de los días festivos saqué la bolsa con la piruleta y los chicles. Al bajarme, golpeé, sin querer, la cafetera con la rodilla; conseguí atraparla antes de que cayera, pero parte del café ya se había derramado entre los quemadores; sin pensarlo, la dejé como estaba y, con el mismo cuidado con el que había bajado, regresé a mi habitación.
Sentada al escritorio, comencé a preguntarme por lo que había hecho. ¿Por qué había dejado la cafetera como si no hubiese pasado nada? El grito me sacó de mi reflexión:
—¡Bajad las dos aquí, ahora mismo! Y ahora mismo es, ¡ya!
Corrimos escaleras abajo. Mi madre nos esperaba junto a la puerta de la cocina:
—¿Quién ha sido?
—¿Quién ha sido, el qué? –preguntamos al unísono.
—No os hagáis las tontas… o será peor. No habrá castigo si quien lo ha hecho confiesa.
Durante una hora permanecimos, las tres, en la misma situación: Mamá hacia de poli bueno y nos animaba a que confesáramos; como no lo conseguía, llegaban las amenazas de castigo eterno. Iba, de mamá buena a mamá mala, sin resultado. Sara y yo nos acusábamos la una a la otra.
El tiempo que duró el castigo, me debatí entre confesar o seguir con el embuste (una vez se miente, es necesario mucho coraje para reconocerlo). A pesar del odio con que mi hermana me miraba y de las noches en vela, no hallé la necesidad ni el valor para reconocerlo. Siempre que bajaba las escaleras, decidida a admitirlo, y entraba en la cocina, no conseguía llevar a cabo mi propósito:
—Mamá…, tengo sed.
—¡A tu habitación!

El silbido de la cafetera me devolvió al presente. Al apagar el gas, imaginé la cantidad de mentiras propias y ajenas que compondrían mi vida.
Llené las dos tazas de café y regresé al salón. Mi madre dejó el plato de castañas sobre la mesa y tomó la taza que yo le ofrecía.
—Mamá… fui yo quien derramó el café aquella tarde.
Mi madre se me quedó mirando unos segundos. Carraspeó ligeramente y dijo, en un tono irónico:
—Hija… fui yo quien, como castigo, arrancó de tu diario el dibujo de aquel chico. ¿Sergio, se llamaba?
bl

lunes, mayo 26, 2008

 

Crujidos

Nunca más miraré atrás
como lo hago esta noche:
inventario ultraconcentrado
y eficaz como producto limpiador
que hace brillar la superficie
de mi memoria.

No puedo esperar a que la pereza
se acabe, a que salga el sol
a través de la piel del próximo martes.

Poco importa que mi enfermedad
arrecie y se sienta sola
acosándome y pidiéndome salir,
semidesnuda,
sobre el capó caliente del coche.

Nieva hoy, repartiendo luz
en la soledad de la sombra
y los números rojos.
Sólo necesito un poco de ayuda:
El tren atraviesa los escombros.
Es lo único que importa
y el deshielo.

J.M.

 

Desnudas

He de tener cuidado al escribir esos versos
que pretendo encadenar unos a otros.
Cautela de que mis ansiedades,
pasiones y quimeras no los descarrilen:

Hijas rebeldes que, cuando no saben qué hacer
se desnudan y,
con su resplandor,
son capaces de poner en retirada
ejércitos enteros de buenas intenciones.

J.M.

 

Gratitud

Siento gratitud sólo en algunas ocasiones,
verdadero estado de gracia
que me ilumina y retira de mí todo miedo:
Cuando soy generoso sin esperar nada a cambio,
-pero no siempre que lo soy, sólo algunas veces.
Cuando la araña incansable que retuerce mis carencias
en espirales se duerme, por fin.
Cuando el esclarecido centinela que deja amontonarse mis excesos
en altas torres se despierta, por fin.

Cada vez que consigo no compararme con nadie
y que nadie se compare conmigo.
Cuando los monos saltarines, sentados a uno y otro lado
del único mueble de mi cabeza, se ponen de acuerdo, y callan.
Cuando termino un trabajo y me complace su acabamiento.
Al sentir el sobrante salir, sea sólido, líquido, gaseoso o pensable.

En esos raros momentos en los que la noche me abraza, esté donde esté.
Al encontrar la palabra exacta, la imagen exacta,
la caricia del dios de la vida susurrando, cerca.
Cuando me miras con esa mirada, seas quien seas,
que ese que no soy yo reconoce al instante.

J.M.

domingo, mayo 25, 2008

 
Dejo el enlace al pueblo-librería del que he hablado en clase en alguna ocasión. Con estanterías por las calles y desperdigadas por los prados que rodean el villorrio. Una buena excusa para viajar a la pérfida Albión.

http://www.3viajesaldia.com/ciudades-libreria-autenticas-ciudades-literarias/

domingo, mayo 04, 2008

 

crujido

Descubrí tu risa entre la multitud
Aprendí que llorar es cosa de uno
Entre tanto
los viajes se acumulan en mis maletas
los libros reaparecen ocres y me devuelven antiguos números de teléfono
escucho ecos inéditos
de agujas, de luces, de niños que retozan en el patio,
los interiorizo,
selecciono aires
y en la cuidad,
los extraño
Como tu voz
Como mi voz mezclada con la tuya
Si bien
el rastro de las palabras
permanece
pegado en mi ventana

Sus

sábado, mayo 03, 2008

 

Seca

Ternura:
el rastro de baba
en el suelo de una hoja amarilla, seca.
¿Será un caracol?

Siempre ganaba la carrera
mi hermana

Sus

viernes, mayo 02, 2008

 

Uña

Te toqué la mano
y te esfumaste...

Te dirigías al baño (desnudo)
y yo
deseaba
vencerme en tu piel.

Sus

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