martes, marzo 18, 2008
Besar,
tener veinte y ver el piélago.
Caricias, caricias...
No más sábanas rotas.
Hojas en blanco, cuadernos azules.
Días, horas, niños, mudos, mundos...
Escribir...
Sus.
tener veinte y ver el piélago.
Caricias, caricias...
No más sábanas rotas.
Hojas en blanco, cuadernos azules.
Días, horas, niños, mudos, mundos...
Escribir...
Sus.
jueves, marzo 06, 2008
POWERSLAVE
Hoy es de esos días en los que vivir es un acto de violencia.
Cuando me desperté no tenía a mi lado tu cuello, no pude dejar besos en tu frente.
Respirar cuesta un trabajo infinito - me duele - mientras me dejo caer hacia la autopista. No tengo a mi lado tu mirada llena de sueño y no puedo , lógicamente , acertar con los desvíos que debo tomar para darte mi abrazo cotidiano , imprescindible para mis pulmones, mis dedos, mis costillas , mis huesos. Hago, entonces, el viaje en silencio. El aire frío de la madrugada queda sobre los asientos vacíos, ingrávidos . Al llegar donde te dejaba estos últimos días , tampoco pude tocar el culo que me ofrecías , con consciencia descuidada, casual, al bajar del coche: encontrabas en esa caricia el anticipo de la visita de mi propio aliento.
Como todo me cuesta tanto esfuerzo, me agoto buscándote en una niebla solo existente para mis ojos. Me atormento pensando que no merezco nada , que nada sé en torno a la belleza del mundo si no miro y lamo tus pezones, día a día , con la misma urgencia que si acabara de nacer , fueras mi madre, tuviera hambre.
Hace tiempo que no sé nada y me pierdo constantemente en los nudos de las autopistas , en los cruces retorcidos por la noche y las luces, en desvíos e incorporaciones mal indicados por carteles nuevamente vacíos de letras y números, pero siempre brillantes , visualmente preciosos y limpios .
Estoy cansado, quiero irme. Tengo que vigilar con cuidado el mundo, lo que me rodea , y encontrar su descuido durante los minutos necesarios para que mi vida siga, esta vez sin mí.
Cuando me desperté no tenía a mi lado tu cuello, no pude dejar besos en tu frente.
Respirar cuesta un trabajo infinito - me duele - mientras me dejo caer hacia la autopista. No tengo a mi lado tu mirada llena de sueño y no puedo , lógicamente , acertar con los desvíos que debo tomar para darte mi abrazo cotidiano , imprescindible para mis pulmones, mis dedos, mis costillas , mis huesos. Hago, entonces, el viaje en silencio. El aire frío de la madrugada queda sobre los asientos vacíos, ingrávidos . Al llegar donde te dejaba estos últimos días , tampoco pude tocar el culo que me ofrecías , con consciencia descuidada, casual, al bajar del coche: encontrabas en esa caricia el anticipo de la visita de mi propio aliento.
Como todo me cuesta tanto esfuerzo, me agoto buscándote en una niebla solo existente para mis ojos. Me atormento pensando que no merezco nada , que nada sé en torno a la belleza del mundo si no miro y lamo tus pezones, día a día , con la misma urgencia que si acabara de nacer , fueras mi madre, tuviera hambre.
Hace tiempo que no sé nada y me pierdo constantemente en los nudos de las autopistas , en los cruces retorcidos por la noche y las luces, en desvíos e incorporaciones mal indicados por carteles nuevamente vacíos de letras y números, pero siempre brillantes , visualmente preciosos y limpios .
Estoy cansado, quiero irme. Tengo que vigilar con cuidado el mundo, lo que me rodea , y encontrar su descuido durante los minutos necesarios para que mi vida siga, esta vez sin mí.